sábado, 30 de noviembre de 2013

Que sepas que este desastre de persona te ama.

Y aquí estoy yo. Sentada en la parada esperando a un bus destartalado que me lleve a casa. Y estoy aquí pensando en ti. Pensando en tus bonitos labios, en la manera de mirarme con tus grandes ojos, en el cariño que manifiestas con cada caricia, cada beso, cada acto. Eres el causante de mi felicidad, de mi cosquilleo en el abdomen. Eres rápido, eres lento, eres impredecible y completamente esperado. Eres una luz en el tiempo oscuro. Cuento los días, las horas, los minutos que faltan para verte, para volver a observar ese cariño que desprendes al estar conmigo. Añoro tus abrazos y los ''Yo no te quiero, yo a ti te amo, mi niña''. Un nudo se forma en mi garganta y las lágrimas involuntarias comienzan a brotar. ¿Por qué lloro? Estoy feliz, tengo a la persona que más quiero recordándome que me ama... No debería llorar... llorar de amor ¿Es posible? Quizá porque sé que esos maravillosos y memorables momentos acabarán cuando caiga la noche. Y de nuevo a esperar minutos y minutos, horas y horas, días y días, semanas... hasta volverte a ver. Odio esa impaciencia que siento cuando pasan los minutos sentada en mi sofá sabiendo que estas de camino. O bien cuando estoy en el coche, yendo a tu encuentro. En ese momento, corazón alterado, involuntaria sonrisa imborrable, piernas temblorosas, manos inquietas, frías como el hielo, esperando rozar tu cálida piel, mirada perdida en el horizonte, respiración acelerada y entonces te veo. A lo lejos. Estas ahí, sentado, más guapo que la vez anterior que te vi, esperándome con la mirada atenta a la carretera, deseando divisarme. Ahora sólo quiero que pare el coche para al fin bajarme, abrazarte, mirarte a los ojos y decirte lo mucho que te amo justo antes de besarte, a tu ritmo, tranquilo pero rápido, cariñoso y a la vez apasionado. Un beso. Un beso que expresa todos los sentimientos que las palabras se quedan cortas para describir.
Te amo. No lo olvides jamás.

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